Tanto el patrón de sueño como las horas necesarias de sueño van variando según la edad de las personas, las necesidades de desarrollo y las exigencias del entorno.
Habitualmente, los bebés y los niños muy pequeños necesitan muchas más horas de sueño que van disminuyendo paulatinamente hasta la adolescencia, cuando volvemos a tener la necesidad de dormir muchas horas (y además hay un retraso de fase porque quedan con amigos, se ponen a chatear hasta altas horas de la madrugada, etc.). En la edad adulta se estabiliza y en la vejez disminuyen otra vez por la menor necesidad de dormir (acostumbran a dormirse muy pronto y a despertarse muy pronto, con alguna que otra cabezadita durante el día).
Como muchos papás y mamás sabrán, los bebés necesitan entre 9 y 12 horas de sueño, únicamente interrumpidas por los despertares para las tomas de pecho o biberón, o en algunos casos, cuando hay presencia de molestias, cólicos o factores ambientales que les perturben.
Garantizar un buen descanso nocturno y el número adecuado de siestas durante el día favorece el desarrollo motor y cognitivo del niño, puesto que están en una fase de adquisición de muchos hitos importantes del desarrollo y todo se consolida mejor cuando el cuerpo está descansando, aportando la energía necesaria para que todo se aposente como debe ser.