¡Ya han llegado las vacaciones de verano! Después de todo el esfuerzo del curso, llega el deseado momento para descansar de las obligaciones escolares, de los libros y de los exámenes.
En algunos casos, las calificaciones obtenidas han sido las esperadas y en otros casos han habido imprevistos. Puede que incluso, algún niño o adolescente haya intentado esconder el mayor tiempo posible el boletín de notas. Si bien es cierto que continuamos con un sistema de calificación numérica o de letra (0-10; de Suspenso a Excelente), es importante no tener en cuenta tanto la calificación como el esfuerzo que hayan invertido nuestros hijos e hijas.
Si las notas han sido bajas, es posible que os estéis planteando realizar deberes de verano o de refuerzo. Esto siempre se ha dado aunque hoy en día existen las recuperaciones en Septiembre para poder empezar el siguiente año “limpio”.
Mi opinión al respecto es que el verano es una época de desconexión de las obligaciones que hemos tenido durante el verano y constituye un tiempo crucial para poder pasar tiempo en familia, con amigos o para realizar hobbies. Los deberes deberían pasar a un segundo plano o corremos el riesgo de prolongar el estrés incluso en el momento en el que se presupone que el objetivo es “descansar y renovar fuerzas”.
Es como si tú, como adulto, tienes tus días de descanso en la empresa pero tienes que seguir contestando mails y llamadas. El resultado es que no desconectas nunca de las obligaciones y cuando vuelvas a la rutina de trabajo no habrás cogido fuerzas. Es más, corremos el riesgo de “quemarnos”, con el consiguiente descenso en la motivación y afectación de la salud psicológica (ansiedad, dificultades para dormir, para comer, etc).
No obstante, la buena noticia es que se pueden consolidar los aprendizajes adquiridos durante el año pero de una manera más lúdica a través del juego y de las actividades de la vida diaria. Por ejemplo, al ir a comprar pedir que recuerden de las cosas apuntadas en la lista, comparar los precios de distintos productos a ver cuál nos sale más a cuenta, etc.
Por lo que, yo recomendaría hacerlo de esta manera más lúdica con niños pequeños y en adolescentes del mismo modo, si bien ellos/as requieren un espacio en las vacaciones para preparar los exámenes de recuperación (si es el caso) y la única manera es estudiando y, sobre todo, entendiendo qué es y cómo funciona lo que estoy estudiando. Si le encuentro una aplicación práctica en mi vida diaria, será más fácil que consolide los conceptos.
Aspectos a valorar relacionados con los deberes en verano o las clases de repaso
A parte de lo dicho anteriormente, si habéis notado un cambio importante en el rendimiento escolar de vuestro/a hijo/a, quizás os sea útil plantearos las siguientes cuestiones:
- ¿Mi hijo/a tiene alguna dificultad concreta del aprendizaje? Por ejemplo, con la lectura, la comprensión, el cálculo, con la escritura… Si hay dudas, consultad con un especialista para realizar una valoración neuropsicológica de las habilidades cognitivas.
- ¿Sospecho que mi hijo/a esté pasando por una época de altibajos emocionales?
- ¿Siente desmotivación para el aprendizaje?
- ¿Podemos haber depositado en él o ella unas expectativas poco realistas o demasiado altas?
- ¿Sus hábitos de estudio son adecuados para su edad?
Ante un cambio abrupto en la conducta o en el rendimiento escolar de vuestro/a hijo/a, es importante hallar la causa para abordarla de manera precoz.
Si tenéis dudas, no dudéis en consultar con nosotros.
Autora: Jessica Arjona
Psicóloga General Sanitaria especialista en neuropsicología clínica y psicología infantojuvenil