“No sé ya cómo decirle las cosas”, “Siempre estamos con enfados y peleas”, “Cada vez que le dices algo, se pone de morros o pega portazos…”. Si tenéis un hijo o hija adolescente en casa, quizás os suenen frases de este estilo.
La adolescencia es una etapa de cambios físicos y emocionales. Una etapa llena de confusión y ambivalencia en la que una persona deja atrás la infancia para empezar a cuestionarse algunos supuestos, algunas normas o cómo funciona en general su entorno. Es el momento en el que se están fortaleciendo las bases de la personalidad y valores del joven. Por ello, es muy importante que los adultos referentes del chico o chica (padres, profesores, familiares y otros tutores) puedan darle estabilidad y coherencia a todos los pensamientos caóticos y algunos contradictorios en una etapa caracterizada por los altibajos, la ambivalencia y las turbulencias emocionales.
Otra característica habitual es la aparición de problemas de comunicación y en la aceptación de los límites que los padres ponen lo que puede conllevar que la convivencia sea algo crispada en ocasiones.
Vamos a ver algunas de las frases que salen con más frecuencia en consulta para ejemplificar los problemas de comunicación entre padres/madres e hijos/as adolescentes:
“Mi hijo/a me oculta cosas”
El miedo que tienen muchos padres es no poder conocer todo de su hijo/a como pasaba en la infancia. Si la comunicación familiar ha sido fluida hasta el momento, un/a hijo/a adolescente no tiene porqué cambiar en este aspecto. Sin embargo, es cierto que conforme crecen comienzan a demandar su propia intimidad y esto es algo que en si no es negativo sino que constituye un signo de madurez. De adultos, todos tenemos temas que no compartimos abiertamente a compañeros o padres, sino que los reservamos a unas pocas personas, quizás con una relación más íntima.
Los adolescentes acostumbran a ser más reservados en cuanto a las personas con las que comparten su tiempo: sus amistades, las primeras relaciones sexuales o el inicio de consumo de sustancias, etc. ¿El truco? Respetar su espacio y confiar en las bases que habéis desarrollado durante la infancia. Cuando sea algo necesario, acabarán acudiendo a vosotros. En cambio, si se sienten invadidos, habrá más números para que hayan secretismos y poca comunicación.
“Mi madre/padre nunca me escucha”
La comunicación es una vía de doble dirección y los chicos/as se quejan de no sentir que se les está escuchando de manera abierta y flexible sino a veces, desde la imposición. Necesitan sentir que los padres empatizan o que pueden ponerse en su lugar. Muchas veces, los chicos nos ponen a prueba para ver si pueden sentirse seguros contándonos ciertas cosas que les avergüenzan o les hace sentir de una manera nueva que nunca antes han experimentado. Estad atentos a estas señales.
“Mi hijo/a nunca hace lo que le pido. Siempre está con sus amigos”
Un tema habitual es el uso que hacemos del lenguaje, utilizando a veces en exceso términos absolutistas («Nunca», «Siempre»). En muchas ocasiones, los jóvenes sienten que están siendo reprochados y se limitan a buscar ejemplos de ocasiones en las que demuestran que esas afirmaciones absolutistas no son así.
“Mi hijo me reprocha que yo tampoco le cuento las cosas y no es cierto! Le cuento lo que debe saber”
Otro posible tema es la sobreprotección. Los padres acostumbran a callarse problemas importantes con tal de no preocupar a los hijos/as. Por ejemplo, no explicar problemas económicos, si nos sentimos tristes o preocupados, problemas en el trabajo…. No obstante, algo que recojo habitualmente en terapia con adolescentes es la queja de que “mis padres me piden sinceridad cuando ellos no la tienen conmigo. Eso no me parece justo”. Es entonces cuando los padres deben plantearse qué tipo de modelo y ejemplo son (aunque lo hagan con muy buena voluntad) y si ellos pueden hacer hacer algún cambio para que su hijo/a también lo haga. Pensad: si nosotros no le explicamos los problemas para protegerlos, ¿no creéis que ellos también piensan igual?
“Mi hijo se ha ofuscado con una idea u opinión que no entendemos»
A veces es con una forma de vestir, juntarse con un grupo determinado de personas, una orientación sexual, un movimiento social o ideas políticas, etc. Los adultos estamos para acompañar en el camino y aconsejar pero siempre dando el espacio suficiente para que nuestro joven experimente, crezca, acierte y se equivoque. Lejos de que puedan sentirse cuestionados, necesitan más que nunca flexibilidad. Quizás en estas situaciones es un buen momento para explicarles nuestras experiencias cuando teníamos su edad que, aunque sean distintas a las suyas, en líneas generales serán similares y os acercarán aún más.
Consejos básicos para solucionar los problemas de comunicación:
- Hablar y saber escuchar: la comunicación es un canal de doble sentido.
- Actitud de escucha sin prejuicio: es posible que en ocasiones no estemos deacuerdo con lo que dice u hace el joven pero si él o ella percibe aceptación y acogida, es muy probable que cuente con nosotros a la hora de hablar de temas que le preocupen o delicados sin temor (reduciremos al máximo tolerable los secretos)
- Paciencia: tomar confianza lleva su tiempo, especialmente cuando se tratan de temas delicados o que puedan ocasionar vergüenza o culpa.
- Hazle sentir que lo que te está contando es importante: aunque para un adulto, que ya ha pasado por esa fase, ciertas cosas son “tonterías” para ellos no, es su primera vez.
Por lo tanto, la idea básica de una buena comunicación es ser un modelo a seguir, mantener una actitud abierta y flexible además de dejar espacio suficiente para que experimenten. Eso sí, nunca olvidemos que sois los padres y los límites consensuados entre los dos progenitores se han de respetar.
Autora: Jessica Arjona
Psicóloga General Sanitaria especialista en neuropsicología clínica y psicología infantojuvenil